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Segunda derrota consecutiva en la que el Canillas nos superó en juego, pero sobre todo en actitud.
En esta ocasión, la crónica va a resultar algo más corta. Sabíamos dónde íbamos a competir: un campo pequeño donde hay mucho menos fútbol y en el que importa más imponerse en las mil y una batallas que generan las reducidas dimensiones. El caso es que, pese a trabajarlo durante la semana, el equipo no salió preparado para jugar este tipo de partido.
Puede sonar a excusa fácil, pero lo cierto es que el Canillas fue mucho más intenso, estuvo mucho más concentrado y, en consecuencia, se impuso en casi todas esas mini batallas que tanto determinan un partido en un campo así. Poco a poco nos fueron ganando terreno hasta agobiarnos y encerrarnos en nuestros tres cuartos de campo. Y nosotros —bueno, cualquiera— si no tenemos intensidad, somos menos hábiles y tenemos las ideas menos claras para jugar al balón, por lo que no conseguíamos salir de ese agobio y presión. Las veces que lo hacíamos con pelotazos (que no están mal si no tienes buenas sensaciones), tampoco buscábamos las segundas jugadas, por lo que la sensación era de estar muy, muy en la lona.
Jorge salvó con una doble parada milagrosa que el Canillas se adelantara, pero tanto va el cántaro a la fuente que, en una segunda jugada tras un córner, consiguieron ponerse por delante. Muy poca producción ofensiva en esta primera parte, ya que las veces que conseguíamos salir de la cueva no encontrábamos situaciones ventajosas para nuestros jugadores de arriba. El equipo deseaba que llegara el descanso para serenarse y parar la sangría, ya que el 1–0 se antojaba hasta corto.
En el descanso hablamos de, al menos, cambiar la actitud y empezar a competir de verdad en esas mini batallas. La imagen del equipo mejoró y conseguimos igualar en intensidad al Canillas. Bien es cierto que no conseguimos en ningún momento jugar a lo nuestro. Además, de nuevo en un córner, con el desafortunado resbalón de nuestro defensa, ponían el 2–0.
Aunque el equipo no bajó los brazos, el resultado pesaba mucho y tiramos más de corazón que de cabeza. Aun así, tuvimos dos o tres ocasiones muy claras para haber acortado distancias y, quizás, haberle dado emoción al final del partido.
Es la primera vez que el equipo contrario ha sido claramente superior, ya no solo en cuanto a fútbol, sino también en actitud y competitividad. Hasta ahora habíamos sido un equipo muy competitivo en todos los partidos, pese a que en alguno el resultado no acompañara. Ayer no mostramos la actitud competitiva que requiere esta liga, y mucho menos en un campo tan exigente como el de Canillas.
Puede que las cosas en cuanto a juego no salgan, puede que no tengamos buenas sensaciones con el balón, puede que el rival nos esté superando o que el campo no tenga las condiciones que más nos gusten… pero hay que luchar cada balón, no dudar ni medio segundo, vaciarse en el campo y competir al máximo. Ese es el listón mínimo que debemos ponernos: si no llegamos a ese nivel, es imposible sacar resultados positivos ante cualquier rival, y mucho menos ante equipos de arriba.
Cuando se lucha cada balón, se defiende mucho mejor: si el rival se lo lleva, no lo hace tan fácil; se recupera más arriba —lo que implica menos metros por recorrer en ataque— y, además, uno está más metido en el partido. Cuando te llega el balón en ataque, las sensaciones son mejores y se juega con más confianza y claridad.
Hay que competir todas y cada una de las jornadas, sea el rival que sea, sea el campo que sea, haga el tiempo que haga.
El sábado próximo nos visita el Coslada. Hora de recuperar sensaciones y demostrar que lo de ayer fue solo un traspié.